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El envejecimiento de la piel es ante todo un proceso natural e intrínseco: su evolución está estrechamente ligada a nuestros genes. A medida que envejecemos, se produce una disminución de la actividad de las glándulas sudoríparas y sebáceas. La película hidrolipídica que recubre nuestra piel (compuesta por una emulsión de agua y grasa) pierde su eficacia, lo que hace que la piel esté más seca y menos flexible. Las células cutáneas se renuevan más lentamente, lo que crea una acumulación de células cutáneas muertas en la superficie de la piel, haciéndola perder su resplandor. El número de melanocitos (células de la capa basal de la epidermis, responsables de la síntesis de melanina y, por tanto, de la pigmentación de la piel) también disminuye, lo que puede provocar un cambio en la pigmentación. La elasticidad de la dermis también se deteriora, dando lugar a arrugas y haciendo la piel más frágil a ciertas dermatosis (enfermedades de la piel).
El segundo mecanismo de envejecimiento cutáneo es externo, favorecido por diversos factores ambientales. Los radicales libres son la principal causa del envejecimiento prematuro de la piel. Para luchar contra estas moléculas llamadas "especies reactivas del oxígeno" (ERO), nuestro organismo utiliza antioxidantes para neutralizarlas. Cuando se altera el equilibrio entre la producción de radicales libres y la capacidad de nuestro organismo para neutralizarlos, se producen daños en nuestras células. Este proceso se denomina "estrés oxidativo". Las células que producen colágeno, elastina y ácido hialurónico resultan dañadas, lo que afecta a la estructura y firmeza de la piel.
¿Qué factores aceleran el envejecimiento cutáneo?
Aunque el envejecimiento de la piel es un proceso natural, el estrés oxidativo puede acelerarlo. Además, a medida que envejecemos, a la piel le resulta cada vez más difícil luchar contra las especies reactivas del oxígeno, lo que acelera aún más el proceso de envejecimiento. Los principales factores que pueden crear una sobrecarga de radicales libres e iniciar así el estrés oxidativo son la exposición excesiva a los rayos UV del sol (ya que debilita las células cutáneas), el estrés (aumenta la producción de estas moléculas nocivas), una hidratación insuficiente (favorece la formación de arrugas y líneas de expresión), la falta de actividad física (provoca una oxigenación deficiente de los tejidos), el tabaquismo (el tabaco contiene numerosas sustancias tóxicas que degradan las células cutáneas), la contaminación atmosférica y una alimentación desequilibrada.
Síntomas del envejecimiento cutáneo
El envejecimiento cutáneo puede comenzar a partir de los 25 años, con la aparición de arrugas y líneas de expresión en distintas partes del rostro. Éste es el signo más evidente de que las células de la piel están dañadas. Suelen aparecer pequeñas arrugas en los ángulos exteriores de los ojos (conocidas como "líneas de expresión" o, más comúnmente, "patas de gallo"). Las mejillas y la frente también son caldo de cultivo de arrugas y líneas finas.
A medida que la piel envejece, también se produce una pérdida de volumen cutáneo, lo que se traduce en contornos faciales flácidos y piel descolgada. La pérdida de densidad conduce a una piel más fina y más frágil a las agresiones externas. En general, la tez se vuelve más apagada y la piel pierde luminosidad.
¿Cómo cuidar la piel?
Aunque el envejecimiento de la piel es inevitable, hay formas de evitar que se produzca prematuramente.
Establezca una rutina
Para proteger mejor la piel, es aconsejable desmaquillarse todas las noches para que la piel pueda respirar durante la noche (el sueño es una fase de regeneración de todas las células del cuerpo) y para eliminar las impurezas (de la contaminación, por ejemplo) que puedan provocar estrés oxidativo. También se recomienda una exfoliación semanal, para evitar una acumulación de células muertas que tendería a afectar negativamente a la absorción de los productos aplicados sobre la piel. La hidratación es esencial para retrasar el envejecimiento cutáneo. Por la mañana y por la noche, aplica una crema hidratante adecuada o una leche facial, o incluso aceite de coco (propiedades hidratantes y antioxidantes).
¡Cuidado con el sol!
Aunque todos soñamos con un cutis bronceado en verano, no debemos olvidar que los rayos UV pueden tener un efecto nocivo sobre nuestra piel y provocar la aparición prematura de arrugas. Por ello, es aconsejable evitar las exposiciones prolongadas al sol y, sobre todo, proteger la piel con una crema solar eficaz.
Tabaco: el enemigo de nuestra piel
El envejecimiento de la piel se ve especialmente acelerado por el tabaco, ya que provoca la oxidación de las células. Además, fumar afecta a la oxigenación de la piel y a la circulación sanguínea, creando una invasión de radicales libres que atacarán a las células cutáneas.
Mantente hidratado y come bien
El agua es un pilar de nuestra salud. Es lo que nos permite evacuar las toxinas que se acumulan en nuestro organismo. Beber suficiente agua a diario también hidrata la piel, haciéndola más permeable a las agresiones externas. El té también se recomienda por sus propiedades antioxidantes. Una dieta sana y equilibrada también es esencial para mantener la salud de la piel. Es aconsejable consumir grandes cantidades de alimentos ricos en antioxidantes (frutas y verduras), vitaminas (especialmente vitamina A, C, E y K) y omega-3.
Ácido hialurónico: un gran aliado contra el envejecimiento cutáneo
El ácido hialurónico es una molécula presente de forma natural en muchos de los tejidos de nuestro cuerpo, incluido el tejido cutáneo, que contiene más de la mitad de su cantidad total. Se encuentra en cada una de las capas de la piel (hipodermis, dermis y epidermis). Con la edad, la producción natural de ácido hialurónico disminuye, lo que provoca el envejecimiento de la piel (flacidez, sequedad y pérdida de elasticidad). Sin embargo, en la actualidad existen tratamientos basados en esta molécula que pueden compensar esta pérdida. El ácido hialurónico tiene propiedades hidratantes y estimula la producción de colágeno, por lo que es una de las mejores soluciones para frenar el envejecimiento cutáneo, reafirmar la piel, fortalecer los tejidos y restaurar la tez. El resultado es una reducción visible de las arrugas, pero también una mejora significativa de la cicatrización y reparación de la piel.
El ácido hialurónico puede aplicarse localmente sobre la piel, por ejemplo, como crema hidratante o antiarrugas. El tratamiento también puede realizarse en forma de inyecciones, pero éstas son muy caras y sólo tienen un efecto temporal. Para compensar la menor producción de esta molécula por parte del organismo, es necesaria una aplicación continua. Además, también existen complementos alimenticios que contienen ácido hialurónico, cuyo objetivo es aumentar su cantidad en el organismo en lugar de aplicarlo localmente en una zona concreta.