3. Dieta pobre en vitaminas y antioxidantes
Un menú cargado de procesados, azúcares y poca fruta o verdura pasa factura. En concreto, la vitamina C, el zinc y los polifenoles vegetales son esenciales para un sistema inmunitario fuerte.
4. Cambios de estación
Es totalmente normal que las defensas bajen a finales del verano y principios del otoño. El cuerpo se adapta a la humedad, al frío y a la mayor presencia de virus respiratorios. En invierno, este efecto se intensifica.
5. Infecciones repetidas o convalecencia
Cada infección consume parte de las reservas inmunológicas. Durante la recuperación, las defensas siguen bajas y el riesgo de recaída aumenta
A todo esto, se suma un factor estacional. Es completamente normal que las defensas bajen al inicio del otoño, cuando el cuerpo se adapta a la humedad, al frío y a un ambiente más propicio para virus y bacterias. En invierno este efecto se acentúa, especialmente en personas que ya arrastran debilidad previa o convalecencias recientes.